El arbitraje español no cesa de crecer y dar muestras de su calidad y nivel a nivel internacional. El incesante trabajo de formación de formación desarrollado por el Comité Técnico de Árbitros continúa dando sus frutos, como ha demostrado la joven pareja formada por Maialen Calderón y Marta Fernández, de 22 y 23 años. El dúo de colegiadas vascas arbitró la semana pasada la final femenina del Festival Olímpico de la Juventud Europea (FOJE), celebrado en Banská Bystrica (Eslovaquia).
El duelo entre Dinamarca y Hungría (26:30 a favor de las magiares) supuso todo un reto para las árbitras españolas, que cumplieron su labor con creces. Marta Fernández, odontóloga además de colegiada, asegura que el camino hasta esta cita no fue fácil: "Llevábamos dos meses trabajando para llegar a tope a Eslovaquia; aunque nos costó adaptarnos al principio, son balonmanos diferentes a los que estamos acostumbradas. Poco a poco fuimos yendo a mejor y tuvimos esa suerte de pitar la final, fue una sorpresa, un premio al esfuerzo que llevamos haciendo todo el año".
Para su compañera, Maialen Calderón, más acostumbrada a hacer preguntas que a responderlas por su condición de periodista, la final fue "el culmen de una de las mejores experiencias" de su carrera arbitral.
La pareja no sólo se queda con la final "muy rodada, sin mayores problemas", afirma Fernández, sino con el trabajo desarrollado en el torneo en su conjunto. "Fue increíble poder conocer a compañeros de otros países y ver cómo arbitran, hemos aprendido mucho de esta experiencia. Además, hemos tenido que aplicar las nuevas reglas, que entraron en vigor el 1 de julio, así que nos sirvió como toma de contacto", apunta Calderón.
El balance es, en definitiva, muy positivo y es el fiel reflejo del potencial internacional del arbitraje español. "Esta experiencia nos anima a seguir trabajando y luchando día a día para mejorar", resume Calderón, mientras su compañera apostilla que han crecido "no sólo en lo profesional, sino también en lo personal".
Fotografía: Cedida por Maialen Calderón