Ha sido el colofón idílico, un momento mágico, uno de los instantes que procuras permanezcan en tiempo y detengan el reloj para disfrutarlo con intensidad, segundo a segundo. El epílogo de seis días que han servido para impregnar de balonmano la Comunidad de Madrid.
En primer lugar porque la selección española, con todos sus integrantes, jugadores y técnicos, han sido los primeros en llegar a Madrid con la premisa de trabajar y colaborar en todo tipo de actividades promocionales diseñadas para “vender” balonmano por los cuatro costados de la Comunidad.
A pesar de un calendario muy concentrado, sin tiempo para el resuello y esparcimiento, todos, y digo bien, todos, han dado lo que tenían dentro una vez más. Ni un reproche, ni una incomodidad; todo lo contrario. Y esa cercanía, esa actitud también ha calado en jóvenes, y no tan jóvenes, que han tenido la oportunidad única de compartir con la selección, momentos únicos, inolvidables.
Más de 6.000 escolares han estado disfrutando estos días del equipo español; en la presentación de los juegos escolares madrileños en el instituto San Fernando, en el entrenamiento en San Sebastián de los Reyes, la jornada escolar del viernes en cinco centros educativos, así como en el Handball Park.
Un excepcional seguimiento de los medios de comunicación, a quienes se ha devuelto la esperanza por apostar por una modalidad que tantos éxitos ha brindado al deporte español.
La magnifica acogida y participación de un evento promocional, el Handball Park, cuyo objeto era “sacar a la calle” un deporte espectacular y atractivo como el balonmano. Más de 15.000 personas han pasado por la instalación, entre participantes y espectadores, lo que pone de relieve la sensibilidad de los madrileños con una actividad lúdica de esta naturaleza.
Como colofón, 12.000 espectadores llenando hasta la bandera el coliseo del Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid, que ha registrado la mejor entrada de un espectáculo deportivo, ya que ninguna de las gradas estaba condenada con puestos de prensa como en otros eventos internacionales.
Han sido 12.000 pero parecían más, muchos más. En un ambiente festivo, Madrid ha estado respaldando a un equipo al que se quiere, se admira y, por encima de todo, se respeta. Hoy el color rojo ha inundado las gradas, y el grito de ¡España, España! Ha ensordecido incluso a la mejor selección del mundo, Francia, que han reconocido haber vivido un espectáculo único, con una afición entendida y respetuosa y en una gran fiesta del balonmano.
Quizás por eso, estos siete días han pasado demasiado deprisa. El anhelo a los últimos instantes del partido, de los últimos minutos de este domingo, invita a pensar con optimismo en el futuro de nuestro deporte.
Javier Fernández