Los Hispanos ya han regresado a casa. Entre una expectación máxima, la puerta número 10 de la T4 del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas se abrió, en torno a las 13:00 horas del mediodía, dando la bienvenida a ese equipo que enamoró con su lucha, resiliencia y corazón inigualables para conquistar un épico bronce en París, el quinto de una historia mágica -Atlanta 1996, Sidney 2000, Pekín 2008, Tokio 2020 y París 2024- que suma a cada cita olímpica nuevos capítulos. El equipo de Jordi Ribera fue recibido con honores por afición y prensa, rendidos todos a una gesta histórica más de este conjunto, que ha demostrado una vez más que a orgullo y pasión no le gana nadie.
El combinado nacional ha regresado a España con una medalla olímpica llena de fe, convicción y plena confianza de un conjunto que ha hecho vibrar a París y, a kilómetros de distancia, a todo un país, España, que ha sufrido, vibrado y celebrado un bronce de los Hispanos que sabe a oro. El equipo nacional fue recibido con honores, como no podía ser de otra manera, tras una gesta histórica más. La expectación era máxima tanto por parte de los medios de comunicación como de una afición deseosa de recibir a sus ídolos, los mismos que se han dejado la piel para volver a casa con otro metal olímpico colgado al cuello.
Había ganas de reencuentro y fue asomar la selección nacional encabezada por el capitán Gonzalo Pérez de Vargas, el presidente de la Real Federación Española de Balonmano, Francisco V. Blázquez y el máximo mandatario del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco… Y se desató la locura entre todos los que se dieron cita para dar una bienvenida al conjunto dirigido por Jordi Ribera a la altura de la gran gesta conseguida.
Nadie se quería quedar sin su foto o autógrafo de los integrantes del combinado nacional y el equipo español correspondió a la calurosa bienvenida de la afición atendiendo a todos aquellos que reclamaban un recuerdo de los grandes protagonistas. La sonrisa no se podía borrar de la cara de ninguno de los miembros de la expedición de Jordi Ribera, así como tampoco lo hacía de las de aficionados y aficionadas de todas las edades. No era para menos. Este importantísimo metal era la gran recompensa a un grupo que convirtió la épica en su mejor aliado para sumar su quinta medalla olímpica y poner un broche de lo más brillante al medallero de la delegación española en París. Un bronce con destellos dorados que lleva labrado ese nunca bajar los brazos por muchos obstáculos que hubiese en el camino, que trae implícito el corazón de cada uno de los Hispanos y de una afición española que disfrutó al máximo de la heroica de su equipo, el indestructible gen de esta selección que ya está en casa para disfrutar de un nuevo gran capítulo de su historia.
Fotografía: RFEBM / J.L. Recio