Hablar de los Hispanos es, sin duda alguna, hablar de Albert Rocas. El jugador de Palafrugell está fuertemente ligado a la historia de la selección española, y su legado así lo ratifica. Una trayectoria, un camino, que se iniciaba en diciembre de 2004 y que muy pronto se iba a cruzar con el éxito. Juan Carlos Pastor decidía contar con el que había sido uno de sus descubrimientos en el extinto Balonmano Valladolid, y con tan solo 22 años el gerundense debutaba con la absoluta.
Juventud, descaro y sobre todo calidad a raudales las que atesoraba un Albert Rocas que, con tan solo 14 internacionalidades a sus espaldas, ya tenía el privilegio de ser campeón del mundo de balonmano. Lo hizo en Túnez 2005, cuando estaban en el ocaso de su carrera estrellas como Mateo Garralda, David Barrufet o Mariano Ortega, referentes de una generación sinónimo de triunfos y medallas en el balonmano español. En ese momento, entraba en acción un relevo generacional que, con el paso de los años, iba a mantener e incluso mejorar el estatus de España en el concierto internacional.
El transcurso de las temporadas no hizo que el siempre sonriente extremo derecho no frenase en sus ansias por vencer, consiguiendo retos a nivel de clubes -Portland San Antonio y FC Barcelona- y también con la selección. En cada éxito de los Hispanos, en cada medalla colgada al cada vez más vigoroso cuello del balonmano español, ahí estaba Albert Rocas. Como si de un talismán se tratase. Suiza 2006, Suecia 2011, Dinamarca 2014... pero, sobre todo, dos hitos históricos para nuestro deporte marcarán la carrera del de Palafrugell.
Pekín 2008 y España 2013. Bronce en Juegos Olímpicos y el ansiado segundo oro en el Campeonato del Mundo, en casa, en 'su' casa. A 125 kilómetros de su localidad natal, en el Palau Sant Jordi, Albert Rocas volvía a estar presente en el segundo gran éxito de la selección española. El talismán volvía a surtir efecto. Su sonrisa volvía a deslumbrar al mundo entero, y sus goles ayudaban a los Hispanos a colocarse de nuevo, ocho años después, en la cima del mundo.
Pensar en Albert Rocas significa recordar algunas de sus patentandas 'contraroscas', aquellos lanzamientos al palo corto con un golpe de muñeca casi impensable para el resto de mortales, pero que el gerundense dominaba y ejecutaba en su máxima expresión. Pensar en Albert Rocas significa rememorar gran parte de las hazañas logradas a nivel internacional por los Hispanos en la última década. Una combinación que ha ido de la mano en tantos momentos y que, en 2015, decidió darse una tregua.
Atrás quedan 178 internacionalidades, 589 goles y, sobre todo, un legado y una escuela que quedarán marcados por muchos años. Se despide con dos frases cargadas de emotividad y de verdad, que definen a la perfección su amor por el balonmano: "ha sido un privilegio dedicarte y, sobre todo, divertirte con lo que siempre has amado", "mi cabeza está para jugar 20 años más, pero mi cuerpo ha dicho basta, eso sí, el balonmano siempre estará en mi corazón". De corazón también, y de parte de toda la familia del balonmano, gracias por todo lo que has dado a este deporte, Albert Rocas.
